La primera reunión fue con una botella de vino tinto, tetiila, chorizo y ese calorcillo tan rico de las cocinas de hierro.

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Noche, lluvia. Viñas aún lado, montes al otro, al fondo el Miño y en el aire; una campana tocando a muerto.

 

Aquí las historias de la Galicia profunda no se escuchan en programas de radio, se viven a partir de las once.

 

Pasados apenas dos años, lo que era la idea de dos socios con mucho saber hacer se ha convertido en una rentable bodega en constante crecimiento.

 

Aquel vino de la primera reunión hoy es un tinto Atlántico Rías Baixas que rompe mitos y acompaña a los Albariños estrella de la bodega vendiendo en toda España, Estados Unidos o Japón.